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Internet de las cosas: hacia dónde apuntan las nuevas fuentes de energía

Es innegable que la sociedad está cada vez más conectada e informada. Gracias en parte al Internet de las cosas. Aunque aún sea poco perceptible, las personas se benefician cada día de las ventajas que ofrecen los objetos conectados en ámbitos como el de la iluminación, la salud, la movilidad urbana o la seguridad doméstica.

Cada usuario tendrá 8 objetos conectados en 2017

Se prevé que en el año 2020 el número de objetos conectados alcance los 26 mil millones de unidades. Desde relojes y pulseras a anillos cuantificadores, dispositivos que nos recuerdan a qué hora tomar el medicamento, eReaders donde almacenar más de 300 libros o aplicaciones con las que controlar la calefacción del hogar a kilómetros de distancia.

Llamados a mejorar y a hacer más fácil la vida a millones de personas, los expertos prevén que en 2017 cada persona utilizará una media de 8 objetos conectados. Con ellos se podrán satisfacer las necesidades del usuario de forma sencilla e inmediata. Simplemente con un clic. Basta pensar en la posibilidad de hacer la lista de la compra, pedir alimentos y pagar al supermercado a través de un frigorífico inteligente.

Fuentes de energía alternativas: el gran reto del Internet de las cosas

No solo serán bicicletas, camisetas, cepillos de dientes o coches, sino cualquier objeto con sensores podrá conectarse y ofrecer datos de sus usuarios. A partir de ahí, las empresas y marcas lucharán por ofrecer soluciones reales al consumidor.

La gran duda es con qué fuentes de energía se alimentarán. Partiendo de que las baterías o pilas serían ineficaces en algunos objetos, científicos estadounidenses apuntan a la energía humana como alternativa. Actividades cotidianas como subir escaleras, empaquetar una maleta, mover un brazo o correr podrían ser la solución al .

No obstante, y de momento, las empresas tecnológicas invierten fuerte por la investigación de energías alternativas. Fruto de esta apuesta, en el mercado se pueden encontrar pulseras conectadas para la práctica deportiva con autonomía de más de un año. Todo un avance si se tiene en cuenta que la media de duración de una batería recargable en este tipo de objetos conectados solía ser de 5 a 10 días.

En un futuro, las redes 5G pueden ser otra opción a la ingente cantidad de objetos conectados. Con ellas se reducirá la energía consumida, alargando la vida de las baterías.

En 1990, la sociedad aún no se imaginaba la forma en que Internet podría facilitar la vida. Hoy la mejor prueba es el smartphone. De igual modo, en la actualidad surgen muchas dudas sobre el uso y eficacia del Internet de las cosas. En un periodo de seis a diez años, la interconexión de objetos será una parte más de la vida cotidiana.

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